Más que ser un ámbito de conexión, Los Jardinillos era un parque frontera con múltiples impedimentos para ser atravesado por sus vecinos. Un espacio público que tenía reprimida su permeabilidad con el resto de la ciudad además de con las estaciones de tren o de autobús, ya que su acceso natural es atravesando el parque. El parque, como en tantas otras ciudades, fue abandonado en su mantenimiento convirtiéndose en un lugar inhóspito y peligroso al anochecer, jalonado de intervenciones parciales sin coherencia por lo que había que revertir esa situación.Estructuralmente, Los Jardinillos no es un parque: son tres bajo un único nombre, realizados en distintas fases, cuyas trazas recorren desde el romanticismo hasta la planificación arbitraria, con una datación histórica que va desde el siglo XIX hasta el XXI. Un conjunto urbano realizado a partir de fragmentos no cohesionados y disfuncionales.Era necesario crear una urdimbre, un proyecto con vocación global e integrador, que resolviese todos los problemas funcionales.La vegetación de gran porte y altura, facilita el sombreado del parque –de gran frondosidad en alguna de las partes-; respetándose la totalidad de los árboles existentes previamente.Tras la rehabilitación, los Jardinillos quedan organizados conforme a una doble lógica que se complementa. Dos mundos de naturalezas contrapuestas: el primero, horizontal definido por la solidez que le imprime el granito; el segundo, vertical, propia de la condición orgánica de sus árboles. La intención era potenciar un lugar, de silencios, estático, de quietud y reposo. Un espacio ajardinado que favorezca la calma y el relato; donde los árboles que se alzan, desde hace decenas de años, proyecten sus sombras y dejen posar, desde las alturas, sus hojas a modo de esteras de colores sobre el nuevo tapiz de un granito con voluntad de persistencia.
